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Las andanzas de Lu*

Un Hueco por Llenar…

Un Hueco por Llenar… A sus 48 años es lo que se llama “una mujer de éxito”: Periodista, dueña de una revista y catedrática universitaria. Gracias a su profesión ha recorrido el mundo, desde la Patagonia hasta Madagascar, de norte a sur y de este a oeste. Mudando siempre de vivienda y de amores…

- ¡Hace 30 años! ¡Hace 30 años! - Le dice entre lágrimas a su psicóloga.

En la España de Franco, ella se topó de golpe con el amor; no lo esperaba, tan sólo venía a estudiar como tantas jóvenes mexicanas de clase acomodada de la época. Para ella iba a ser “un viaje más”, pero si alguien cree en el destino podría atriburle este giro en su camino.

Una mañana, mientras aburrida sentada en una piedra contamplaba por 4ª. vez el monasterio de Monserrat, apareció ese joven delgadito de ojos azules y pequeñitos. Desde entonces todo fueron promesas e ilusiones; ella nunca se había sentido tan feliz como lo era entonces, cogida de su mano por el puerto. Los dos iban y venían de un país a otro, conocieron a los padres y decidieron casarse el próximo verano.

Pero algo falló, él entro a “la mili”, mientras en México se vivía la peor de las crisis de su historia a causa de la devastadora caída del petróleo durante el gobierno de López Portillo. Ella ya no pudo volver y él estaría 18 meses en la marina; todo se convirtió en palabras y lágrimas en papel… cada vez más escuetas, cada vez más distantes. Una tarde mientras ella miraba por la TV cualquier cosa sólo por pasar el tiempo, el tiembre sonó… Era el cartero, traía un gran sobre con su nombre rotulado en letras grandes y negras, por remitente aquel amor. La abrió con gran velocidad.. era, era una invitación a una boda -¡se casa!– exclamó. En el fondo del sobre una carta que decía “necesito verte otra vez, tú eres lo único que podría deternerme”. Ella arrugó la carta en ambas manos y la deshizo en pedazos… El orgullo pudo más y en unos meses ella también enviaba la participación nupcial.

- No puedes seguir así – explicaba la psicóloga. – Debes cerrar ese círculo o pasarás toda tu vida intentando llenar ese hueco con nuevas aventuras, inventando cosas para tapar el vacío -.

Pero ya soy vieja para eso – responde ella.

- Y mientras más pase el tiempo, menos cosas podrán curarte, necesitas volver – insitía la doctora.

El se casó y a los pocos meses ella también, ambos matrimonios fracasaron, pero cada uno por su lado cambiaba de brazos, camas y amores sin encontrar sosiego a su soledad. Una tarde, casi tres décadas después de recuerdos y arrepentiemientos, ella decidó encontarlo -¿pero dónde? – pensó… delante suyo estaba la camputadora conectada a internet, en el buscador google tecleó su nombre, sin esperanzas, sólo por intentar. Una larga lista de homónimos, pacientemente leyó uno a uno hasta que encontró algunos que podrían ser él; 20 personas que en España llevaban su nombre y más o menos tendrían la misma edad.

Uno a uno fue escribiendo e-mails, muchos de ellos se quedaron sin respuesta. En todos se presentaba y decía buscar a un caballero de 50 años que una vez se enamoró de ella. Después de varias semanas de intentar, uno le contestó: - Estimada señora, yo respondo a ese nombre y sí reconozco el suyo como el de una novia que tuve, hace treinta años.

Al leer estas líneas a ella se le dio vuelco el corazón, siguó escribiendo y recibiendo respuestas.

-Lo he encontrado- decía a la psicóloga
¿y qué vas a hacer?
-no lo sé, pero lo he encontado y nos escribimos por mail-
¡Tienes que verlo!
-No, no puedo, es mucho dinero y no sé si él también quiere verme-
¿se lo has preguntado?
-No-.
¿y qué esperas? Tienes que llenar ese hueco, no importa cuánto cueste, o a dónde te lleve.

Hizo su equipaje, guardando años enteros de amor y palabras no dichas. De reclamos, sinsabores, pero sobre todo de ilusión. ¿qué le dirá? No lo sabe, tal vez le reclame el no haberla buscado, el haberse casado. No lo sabe y no quiere pensar.

¿Hola?
-Hola, soy yo, me recuerdas?-
(silencio)
-Estoy en España, estoy en Catalunya, estoy en Girona. Podemos vernos?-
Si.

La hora señalada un martes a las 6:30 de la mañana lluviosa en la estación. Le sudan las manos y no quiere llorar, pero son tantos los recuerdos que se le vienen de golpe que mientras espera llora, llora sus treinta años de desamor, sus treinta años de orgullo.

Mira un coche estacionarse, baja un hombre maduro con canas y un poco de panza, gafas para ver. No es el chico que ella recordaba, pero ella tampoco tiene ya 18 años, alza el brazo y saluda, cruza la calle sin dejar de mirarle, en 20 segundos le vino la vida y siente que el tiempo se detuvo muchos años atrás. Que no pasó nada en su vida, que sólo era un compás de espera para llegar a este momento.

Comen juntos, se pasan la tarde riendo, él parece haber enterrado el pasado. Una buena tarde, el rostro zurcado por las arrugas, pero los mismos ojos azules pequeñitos que la miran ahora pero ya sin decir nada.

-¿Puedo pasar?-
Si, si.. qué tal tu viaje?
-Bien-
¿Lo viste?
-Si-
¿Has cerrado el hueco?
-Si, pero creo que hubiese sido mejor dejarlo abierto, ahora serán 30 años para poderlo destapar...

Earween*

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